Detritus - Samuel Beckett
tapa blanda
Tusquets, 2001
$100
USADO
Sobre el libro:
No en vano Jenaro Talens, quien preparó
la edición de este volumen, la tituló Detritus: “residuo de la descomposición en partículas
de una masa sólida” (definición del Casares). En efecto, aquí se recogen los
brevísimos textos en prosa y la poesía que Samuel Beckett, Premio Nobel 1969, escribió desde los
años 50 hasta 1976 y que, por cortos, jamás pudieron leerse como un todo en el
contexto de su obra, sino únicamente en publicaciones periódicas dispersas. En
realidad, una vez terminada toda su obra “extensa” (Malone, Murphy, Molloy y Watt), que fue rechazada en su momento por 42 editores, y
desde el éxito inesperado de Esperando
a Godot, cuando Beckett ya tenía 47 años, prácticamente no volvió a
escribir más que “partículas”, “briznas”, textos que no hacen más que
corroborar esta reflexión, suya: “Al término de mi obra, sólo queda polvo: lo
nombrable”.
De hecho, como bien observa
Talens en su prólogo: “toda la trayectoria que cubre la escritura beckettiana
podría describirse como la historia de un lento e inexorable proceso de
degradación, de pérdida, de desposeimiento. (...) Si aceptamos que el lenguaje
es una forma de entender cuanto nos rodea y, en consecuencia, de poseerlo, los
textos beckettianos pretenden mostrar lo endeble de esta proposición, y, aun
más, su imposibilidad, negándose a “representar la farsa de dar y recibir”.”
Pero cuando Beckett se niega, lo que niega es la validación de un camino que no
lleva a parte alguna, no el acto de caminar, ni la posibilidad de que un camino
(distinto) conduzca a algún lugar. De ahí que él mismo afirme: “Lo que digo no
significa que, en el futuro, no haya forma artística alguna. Sólo significa que
habrá una nueva forma de arte, y que esta forma será de tal género que
permitirá el desorden y que no intentará decir que el desorden es en el fondo algo
distinto. (...) Encontrar una forma que contenga la confusión es, en la
actualidad, la tarea del artista”.
De hecho, como bien observa
Talens en su prólogo: “toda la trayectoria que cubre la escritura beckettiana
podría describirse como la historia de un lento e inexorable proceso de
degradación, de pérdida, de desposeimiento. (...) Si aceptamos que el lenguaje
es una forma de entender cuanto nos rodea y, en consecuencia, de poseerlo, los
textos beckettianos pretenden mostrar lo endeble de esta proposición, y, aun
más, su imposibilidad, negándose a “representar la farsa de dar y recibir”.”
Pero cuando Beckett se niega, lo que niega es la validación de un camino que no
lleva a parte alguna, no el acto de caminar, ni la posibilidad de que un camino
(distinto) conduzca a algún lugar. De ahí que él mismo afirme: “Lo que digo no
significa que, en el futuro, no haya forma artística alguna. Sólo significa que
habrá una nueva forma de arte, y que esta forma será de tal género que
permitirá el desorden y que no intentará decir que el desorden es en el fondo algo
distinto. (...) Encontrar una forma que contenga la confusión es, en la
actualidad, la tarea del artista”.
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